Venecia fue nuestra segunda ciudad. Ya nos habíamos separado de Magui. Me acuerdo que estaba anonadada cuando la vi desde arriba, desde el avión. Aterrizamos si mal no recuerdo tipo 6 de la mañana, nos dirigimos al airbnb en una ciudad al lado de Venecia, compramos los tickets para el tranvía y fuimos las dos con cámara en mano a recorrer Venecia. Los negocios aún no estaban abiertos pero nuestra energía y felicidad nos motivaban a caminar. Sólo tres días, nos alcanzaron para recorrer la mayoría de sus calles, plazas y hasta las tres islas famosas que la rodean. No seguíamos ningún plan. Si admito que estábamos con el mapa pegado a la mano, pero por el simple hecho de que las calles en Venecia te hacen volver al mismo punto de origen sin darte cuenta.

Sentí mucho frío. La humedad y el contacto constante con el agua me quitaban las ganas de caminar por momentos. Debido al idioma no pudimos sociabilizar mucho. Yo ya había empezado a extrañar la calidez de mi país, pero estaba tan contenta con lo desconocido que a veces me olvidaba de todo.

Estaba atenta a cada detalle, la ropa, las formas en las que se trasladaban, los rasgos de la gente local, las casas, la comida. Era muy difícil a veces observar cosas propias del lugar porque estaba lleno de turistas como yo, sacando fotos de todo lo que nos rodeaba. Muchas veces pensé lo difícil que debe ser para los locales, tener movimiento constante durante todo el año de personas desconocidas caminando en la vereda de su hogar. También pensé en lo difícil que debe ser vivir con miedo a que el nivel del agua suba, pero después me cuestioné mi pensamiento. Es costumbre Pauli. De la misma manera que vos ves como normal ciertas cosas y seguramente ellos no.

En fin, mi primer contacto con una cultura completamente distinta a la mia. Observar, percibir, aprender.