Tercer destino de Europa y el más esperado, debo admitir. Cuando yo era chica, mientras mi mamá paseaba en un crucero que se dirigía a Uruguay, papá estaba trabajando en Suiza. En ese momento existían las cámaras pockets, esas chiquititas de 6 o 7 megapixeles. Papá llevó una a ese viaje. No sólo conoció distintos pueblos de Suiza, también visitó Londres. Cuando el volvió de viaje, y después de mostrarme la cantidad de chocolates que me había traído de ambos destinos, conectamos la cámara a la computadora y empezó a contarme la historia detrás de cada foto. Ese, fue mi primer contacto con ambas ciudades. Recuerdo que Suiza fue la que más me llamó la atención. Las historias de papá me quedaron guardadas en la cabeza, y a medida que los años pasaban, más me imaginaba en ellas.

Y cuando estabamos sentadas en la mesa de mi anterior departamento, con Lucre, planeando los destinos de nuestro viaje a Europa, Suiza volvió a aparecer en mi imaginación. Llegamos a Zurich en tren, desde Venecia. El camino fue realmente hermoso y pacífico. También recorrimos Biel y Basel. Tres ciudades donde suizos nos abrieron las puertas de su casa, nos permitieron conocer su gente, su rutina y sus lugares preferidos.

Fue en Suiza mi primera vez haciendo couchsurfing. Y fue acá donde entendí que más allá de los diferentes idiomas y culturas, el amor por la vida es capaz de unir vidas.