Y ayer despedí el sur con una familia hermosa, en un lugar hermoso, con un día hermoso. Si, todo hermoso. Antes de llegar al lugar, me sentía extraña. Hace ya meses que hablamos con Mero sobre estos retratos. Buscamos una locación especial y esperamos un día soleado. Me sentía extraña porque sabía que iban a ser los últimos retratos de este verano sureño. Me sentía extraña porque sabía que iba a retratar la etapa de una familia, en un lugar tan especial para mi. Me sentía extraña porque recordaba constantemente mi infancia acá. Fue una horita y media de abrazos, mimos, risas y corridas. También hubieron prendas y competencias (y promesas de chocolates y caramelos para sacar sonrisas). Y al final, las palabras de Mero me hicieron entender todo. “Quiero colgar estas fotos en cuadritos cuando estemos en nuestra nueva casa”. Y hoy, sábado ventoso y lluvioso, estoy en casa viendo estas fotos, y no puedo sentir más amor por esto. Congelar momentos, etapas, historias y ponerle no solo mi ojo, si no también un poquito de mi. Gracias chicos por confiar en mi! Y un honor que una colega tan dulce confíe en mí para esto tan lindo. Me regresaron a mi infancia y a lo importante de retratar cada etapa. ¡Gracias!